LA HISTORIA DE ADOLFO 2
-No lo sé. Tenemos que averiguar
como ha caído un trozo de la estrella... - dijo Aurelio. Cuando se dieron
cuenta, Deybisy ya se había dormido profundamente.
En seguida ambos se pusieron en marcha. Eran las 12 de mañana. Tenían 24
horas. No había tiempo que perder. Salieron de la cabaña en dirección a mas alta
del mundo y llegaron a un bosque bastante espeso que estaba repleto de animales
peligrosos. Primero les atacó un águila. Por suerte Aurelio tenía en su
botiquín de emergencia un bisturí con el que se defendieron. Después les atacó
un oso y Adolfo le lanzó alcohol etílico de 90º del botiquín. Éste se fue
corriendo al lago para aliviar el escozor de sus ojos a todo correr. Pero poco
después volvió para vengarse con un ejército de sus amigas las abejas. ¿Qué
harían ahora? Adolfo usó su brillante ingenio, y como se encontró una piedra en
el suelo que no pesaba mucho, se la escondió tras la espalda. Entonces las
abejas atacaron de frente. - Aurelio, ¡escóndete detrás de mí! - le gritó.
Cuando las abejas estaban a punto de atacar a Adolfo, éste sacó la piedra y
¡rás! torció todos los aguijones preparados para el ataque. El oso, creyendo
que eran dioses, salió corriendo despavorido.
Luego, entre una humareda que apareció de la nada, surgió un brujo al
dispersarse. Se llamaba Nevaglavar, y les informó de lo que necesitaban saber.
- ¿Tú sabes qué es lo que ha pasado con fugaz? - le preguntaron al unísono
Adolfo algo temeroso y el doctor. - Resulta que tengo un hermano, que no es
como yo. Ha capturado a la estrella y la quiere usar para sus planes maléficos
- les contestó - Su plan es crear con ella nube mágica que eleve su castillo,
inunde el mundo y provoque mi muerte. Una vez hecho ésto, resucitará a los muertos
y les hará sus esclavos... -Entonces, ¿todo moriremos? - preguntó aterrorizado
Aurelio. - Por desgracia sí, a menos que alguien haga algo... - le contestó
Nevaglavar resignado... - Yo no puedo ni si quiera acercarme o moriría
desintegrado. Ha intensificado la energía de fugaz, lo que es mortal para los
magos - continuó explicando. - Pero vosotros sí que podéis. Os voy a dar dos
amuletos que os ayudarán. Son dos estatuillas mágicas. Deberéis decir y lo harán - De repente, Nevaglavar desapareció dejando en su lugar una carroza
con dos caballos grises. En sus manos tenían cada uno la estatuilla mencionada.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario